La maternidad es una experiencia transformadora en todos los sentidos, un viaje que comienza desde el momento en que descubrimos que estamos embarazadas. Incluso antes de obtener un resultado positivo en la prueba, cuando la idea de convertirnos en madres comienza a tomar forma y nuestras acciones se alinean hacia ese objetivo, es entonces cuando la transformación se inicia.
Este proceso implica un cambio profundo en la percepción de nosotras mismas y del mundo que nos rodea. Sin embargo, esta transformación tiene una dualidad: una vertiente positiva y otra negativa. Esta ambivalencia puede aparecer en el momento en el que descubrimos que vamos a ser madres y nos acompañará durante todo nuestro maternaje.
La Ambivalencia de la Maternidad
¿Qué significa esta dualidad? Significa que experimentaremos un amor profundo y sin condiciones, mostraremos nuestra mejor versión y experimentaremos una plenitud de felicidad, al mismo tiempo que sentiremos miedo, culpa, aislamiento y una pérdida de identidad en muchas otras ocasiones. La ambivalencia es común en momentos de transformación y cambio, y la maternidad es un continuo proceso de cambio que redefine nuestras prioridades, nuestra identidad y nuestra forma de vivir.
Es común que algunas madres experimenten sentimientos encontrados y se sientan culpables por necesitar momentos de separación de sus bebés o hijos. Sin embargo, la ambivalencia en la maternidad es un fenómeno natural y humano, reflejando nuestra propia complejidad como seres humanos.
La vivencia de la maternidad varía según múltiples factores, como nuestra personalidad, situación socioeconómica, experiencias previas, educación, valores y creencias. La forma en que enfrentamos la ambivalencia materna depende de todos estos aspectos y más. En ocasiones, esta dualidad empieza durante el embarazo, donde es normal sentir alegría y dudas simultáneamente, o incluso cuestionar nuestra capacidad o deseo de ser madres. Algunas mujeres, aún sin haberlo planificado, pueden inicialmente rechazar un embarazo no deseado para luego desearlo profundamente.
El proceso de convertirse en madre se desarrolla gradualmente, día a día, requiriendo un profundo autoconocimiento para gestionar nuestros sentimientos contradictorios de manera efectiva.
Neuroplasticidad y Conducta Maternal
El periodo periparto – el periodo del embarazo, parto y posparto – es el período de mayor neuroplasticidad de la vida adulta. La neuroplasticidad es la capacidad intrínseca del cerebro de realizar cambios adaptativos en respuesta a estímulos internos y externos. Por lo tanto, es natural y esperable que la maternidad nos transforme, ya que implica cambios a nivel cognitivo, emocional y social que implican un cambio profundo en nuestra identidad. La neurociencia hoy en día está demostrando que, efectivamente, se producen cambios cerebrales asociados con el embarazo y la maternidad que van dirigidos para gestar, parir y criar.
Durante el embarazo, se produce una reducción en el volumen de materia gris en regiones cerebrales relacionadas con la cognición social. Estas reducciones preparan a las mujeres para el cuidado de sus bebés, activando áreas cerebrales específicas que responden a los bebés, especialmente durante el posparto. Aunque el volumen de materia gris se recupera gradualmente después del parto, algunos estudios sugieren que los cambios cerebrales persisten durante años después de dar a luz. ¿Y qué implican estos cambios? Implican que nuestra atención esté secuestrada por nuestro bebé convirtiéndose en lo más relevante. Por esto, a las madres, les cuesta concentrarse en otras tareas cuando tienen a sus bebés cerca y, por ejemplo, les oyen llorar. Además de esto, el bebé es capaz de activar la red neuronal responsable de mentalizar, es decir, pensar en cómo nos sentimos o qué pensamos para comprender los estados mentales de los demás (en otras palabras, empatizar).
En modelos animales, se ha podido constatar que hay un enlace muy directo entre las hormonas del embarazo y el parto, los cambios cerebrales y el inicio de la conducta maternal. La conducta maternal sería un cambio en el repertorio conductual en roedores que va dirigido a asegurar el bienestar físico y psíquico de las crías. Antes del parto, se ha visto que en estos roedores gestantes, disminuye el interés por otros miembros adultos y muestran cada vez más interés en otras crías que antes rechazaban, se reducen las respuestas al estrés y antes de dar a luz, empiezan a preparar “el nido”.
Por otro lado, en el posparto, las madres sienten una atracción muy potente hacia los estímulos de las crías siendo éste el estímulo más relevante e importante para la madre que guiará su conducta, y esto, le llevará a recoger las crías y agruparlas, estar en contacto constante con ellas, darles calor, etc. Y, por otro lado, se dará un comportamiento de agresividad hacia extraños, una conducta de protección. Lo que inicia esta conducta maternal son las hormonas del embarazo y parto, y posteriormente, una vez se activa el circuito de refuerzo y motivación, lo que mantiene la conducta maternal es la interacción con las crías. Las hormonas facilitan el inicio de la conducta maternal, pero una vez eso ha sucedido, es el bebé el que regula esa conducta maternal.
Conclusiones
La maternidad es un viaje transformador que inicia desde el momento de la concepción, llevando a cambios profundos en la percepción de uno mismo y del mundo circundante. Esta transformación implica una dualidad de experiencias, con sentimientos tanto positivos como negativos que son comunes y naturales en la ambivalencia materna. La diversidad de factores que influyen en la experiencia de la maternidad, como la personalidad, la situación socioeconómica y las creencias, contribuye a la complejidad de este proceso. Además, la neuroplasticidad durante el período periparto muestra cómo el cerebro de la madre se adapta para el cuidado del bebé y el desarrollo de la conducta maternal, evidenciando una conexión profunda entre los cambios emocionales, psicológicos y neurobiológicos asociados con la maternidad.
Referencias
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